jueves, 25 de diciembre de 2008

Momentos del corazón


Momentos del corazón son unos cuantos poemas 
sentidos en otro lugar y en otro tiempo.


Dos

No quieras darme
ni un solo motivo para olvidarte,
porque seréis dos, 
tu motivo y tú, 
los que siempre vendréis conmigo
a cualquier parte.


Escribo

Escribo para volcar mis recuerdos
que quieren volar,
para revivir los momentos
que ya no puedo tocar,
para atrapar mis deseos
que comienzan a huir,
para rellenar el vacío
que quedó en mí.


Desnudo

Desnudo de secretos,
desnudo de recuerdos,
desnúdame del todo
y quedémonos con lo nuestro.


No me conoces

No me conoces,
soy lo que ves
pero no me conoces.


Mujer ideal

No me quites la idea,
mujer ideal,
no ves que si no puedo idealizarte,
serás mi ideología,
que es todavía
mayor motivo para amarte.


Esclava

Esclava perpetua de vuelo rasante,
prisionera de tu reflejo en el mar azul,
sólo si anidas en un poema
hueles a libertad.


Mujer

Siempre, mirada entregada de mujer esquiva.
A veces, mirada esquiva de mujer entregada
o mirada esquiva de mujer esquiva.
Jamás, mirada entregada de mujer entregada.

Aire

Vives del aire
que respiran las gentes
que respiran por ti
en el lugar de las gaviotas.



Tú miras lindo
y hasta el alerce te sonríe.


Corazón

Tu corazón en tu mirada,
en tu mirada tus gentes,
tus gentes en tu corazón.

¿Me amas?

¿Me amas o me amaste?
porque si lo primero, me muero,
si lo segundo, me mataste.


Un mal paso

Un mal paso,
dos veces mi nombre,
tres segundos eternos
en aquel frío cuarto
lleno de quintos.


jueves, 18 de diciembre de 2008

Tu último viaje

Querido abuelo, sé que nunca lo leerás -no eres tú de mucho blog- pero tengo la necesidad de que mi corazón te hable en esta noche tan oscura y fría en que te nos vas. Quiero darte todo mi cariño, todo mi aliento, todas mis fuerzas y todos los abrazos del mundo, para aliviar tu sufrimiento antes de tu último viaje.

Te estoy viendo remolinear desde bien temprano por la cocinilla de la casa del pueblo. La abuela te prepara el almuerzo en tu viejo morral: ¿llevas el vino? ¿y el pan? ¿y el queso? ¿harás pleita hoy?...Que no se te olvide nada! ¡Abrígate bien que hace frío! Hoy, a tus cerca de noventa inviernos, has desempolvado por última vez tus alpargatas de cuero, tus remendados pantalones de pana negra y tu blusón. Te huelo a frío, a esparto y a lana. Sabemos los que te queremos que tu silueta se perderá pronto a lo lejos del camino, entre la polvareda que levanta tu lustroso ganado al marchar.

Así te recordaré en esta oscura y fría noche en que te nos echas para siempre a tus campos manchegos. Disfrútalos querido abuelo, que son tuyos, que te lo mereces, que te los has ganado desde que sus llanos te parecían montañas. Paséalos que ya no hay ninguna prisa. Sáciate de sus frutos. Vuelve al sendero que te vio crecer y regálale para siempre tus huellas. Haz un alto al final del camino, súbete a la linde, alza tus brazos al viento y sé libre por primera vez.  Siente el repicar de los cencerros en tu nombre, reúnete con la abuela, y descansad eternamente felices y en paz en vuestras nubes de lana blanca.


domingo, 14 de diciembre de 2008

Viajar en un seat 600

El otro día tuve la oportunidad de vivir una experiencia inolvidable. Pude sentir en primera persona la pasión que despierta el Seat Seiscientos, un verdadero mito y símbolo de una época de España. El Seiscientos es mucho más que un automóvil; mucho más que un coche clásico: es una manera de leer la sociología de más de 30 años de la historia de nuestro país. Además de este carácter legendario y simbólico, me interesa entender la psicología y la antropología de quienes dedican gran parte de su tiempo y de su dinero a restaurarlos, conservarlos, conducirlos, enseñarlos y vivirlos.

Aunque tanto los tuneros como los conservadores del 600 sienten pasión por el automóvil, hay una tremenda diferencia entre ellos. Mientras el tunning pretende personalizar el coche -qué contradicción ¿no?- a través de piezas y recambios exclusivos, los apasionados por los coches de época buscan "cochizar el coche", que recupere su estilo propio, y en este gesto de reconstrucción de la estética del coche antiguo emerge la personalidad del individuo, pero no antes.
Mientras el tunero mira al futuro, con neones, leds, metacrilatos, cromados y niquelados, el amante del coche de época rebusca en el pasado, en desguaces y subastas, en busca de piezas y recambios originalísimos, para recuperar la identidad, el lustre y el brío que un determinado modelo de una marca tuvieron algún día.

De hecho, las conversaciones giraban en torno a cómo un determinado propietario consigue o no restaurar íntegramente el estado de su 600. Se juzga su trabajo y su minuciosidad, en función de si ha sido capaz de conseguir los recambios originales que hagan que su coche recupere el lustre que un día tuvo. Las críticas suelen ser demoledoras: "este faro no es de este modelo"; "cómo habrá cometido este error de principiante"; "acaba de empezar en esto y se nota";  "el paragolpes del 600 de antes del 65' era de bordes rectos y no redondeados"; "las bisagras necesitan arreglarse", "no sé como hace que tenga tanto reprís" "yo no le hubiera puesto esta antena", etc.

En definitiva, he vivido una experiencia para viajar en el tiempo y poder conocer un poco más lo fascinante de la gente a través de esta pasión y afición tan peculiar como amar a los seiscientos. He aprendido que quienes se sienten atraídos por los seiscientos tienen un perfil muy diferente a los amantes, por ejemplo, del Mini o del Bettle: incluso hay algo de rivalidad. Los amantes del 600 buscan emociones slow, el paseo tranquilo y rememorar y homenajear un momento de nuestra historia. Los fanáticos de los Mini de época, por el contrario, quieren emociones más fuertes, más movimiento, más velocidad; la nostalgia, que es menor, no es tanto hacia una época o país como a una mecánica y a una marca.

Yo recuerdo mis viajes en familia en un Renault Gordini color crema; años más tarde, en un Renault 8. Pero esto es otra historia






viernes, 10 de octubre de 2008

Toscana

Acabo de llegar de viaje de la Toscana. La Toscana es uno de esos lugares del mundo donde se respira felicidad. Ya sé que la felicidad está dentro de nosotros y que no necesitamos de un lugar concreto para sentirnos bien. Aunque del mismo modo no voy a descubrir yo el poder terapéutico de la belleza de un paisaje o del mar. De la Toscana me gusta sobre todo su gama de colores y su luz. Me gusta de la Toscana el estilo sobre una bicicleta y la calma soledad de un ciprés en una colina. La Toscana es piedra marrón por alfombra, cielo azul por techo e infinitos verdes de decorado. Volveré a pasear el viejo Arno desde Pisa a Florencia. Volveré pronto a oler la historia entre las callejuelas de Volterra, Lucca y Siena. Y volveré a saborear un Vernaccia en la Plaza della Cisterna de San Gimignano.








jueves, 11 de septiembre de 2008

Vivo

Vivo para contar

que un día viví para contar

que vivo una vida de cuento.

 

Vivo para decir

que donde dije digo,

digo que un día viví para decir

que sigo vivo,

y no para decir Diego.

 

Vivo para sentir

que un día sentí dejar de sentir

y que sentí cuánto lo hubiera sentido

si dejo de sentir.

 

Vivo para soñar

que un día en sueños soñé

y que es el vivir

y no el morir

lo que me quita el sueño.

 

Vivo estoy para vivir

la vida que vivo,

contando y diciendo,

sintiendo y soñando,

sin dejar de vivir

la vida que vivo.

miércoles, 10 de septiembre de 2008

martes, 9 de septiembre de 2008

lunes, 8 de septiembre de 2008

Eterna pandilla

 
A las puertas del Museo Picasso en Barcelona, el gentío va y viene sin parar. El trasiego de vida es incesante en el carrer Montcada y el arte del genio malagueño se escapa por el empedrado del Palacio Aguilar. Gótico y Picasso se miran, se dan la mano y crean una atmósfera de sensaciones únicas que embriagan a cualquiera. Y entonces todo fluye mejor y se nos descubren postales eternas, imágenes universales, sin época ni lugar concretos. La clave: dejar que sea nuestra mente la que observe, nuestro corazón el que mire y nuestro ojos los que vean. 
Eterna postal la de una pandilla donde la amistad pervive en nosotros aunque el grupo algún día se disuelva. Quizás ya no caminen a nuestro lado aquellos amigos de nuestro primer clan, pero lo que seguro que sí nos acompañará siempre es el recuerdo y lo que representó: dentro de nosotros viaja siempre el pandillero que un día fuimos. Porque, para bien o para mal, lo que hoy somos, algo debe a quienes fuimos en ese grupo. En pandilla buscamos o encontramos por vez primera nuestro pequeño gran hueco en la vida, más allá del que heredamos. Y porque fue en pandilla donde empezamos a escribir con mayúsculas las grandes palabras de la vida (Amistad, Sueños, Compromiso, Lealtad, Amor, Nobleza, Alegría, Ilusiones...y quizás también sus contrarias). Palabras que desde aquel entonces viajan con nosotros sea cual sea nuestro próximo destino.



domingo, 7 de septiembre de 2008

Espíritu bohemio en el Callejón de los Orfebres


Dentro del Castillo de Praga hay unas humildes casas de colores donde en sus orígenes vivía la guardia militar. En el siglo XVI fue el lugar de los orfebres, artistas dedicados día y noche a embellecer el mundo de la realeza. También se convirtió en el XIX en lugar de escritores: en el número 22 del Callejón de los Orfebres vivió Kafka. El espíritu bohemio sigue vivo...quizás se trate de un gentil orfebre de aquella época, quien por un instante ha aparcado su buril y su cincel para viajar en el tiempo y despedirnos con su tímida mirada, al abrigo de adornos de la Praga de hoy.





miércoles, 3 de septiembre de 2008

ODA A UNA ESCALERA ENAMORADA

Si me querías acariciar

y verme a tus pies rendido,

si mi amor tanto deseabas,

nada te lo habría impedido.

Sólo un susurro bastaba,

sólo un beso cautivo.

Mi vida te habría dado,

bien lo sabes escalera.

Me habría quedado contigo

si tu escalón me lo pidiera.

Si de tu amor yo hubiera sabido,

tus peldaños serían los míos

y habríamos escalado

hasta la estrella más viajera.

Enamorada tuviste que estar

de mi subir y bajar tranquilos,

acostumbrada como estás

a golpes de mar y de marinos.

Me retiraste tu saludo,

me engañaste y besé el suelo.

Postrado quedé ante ti

y de tu amado viste el duelo.

Quisiste robar mi figura

y también mi silencio entero.

Anhelaste todo de mí

y por ti casi me muero.

Más no puedo rendirme yo

a este amor tan bucanero,

a tus artes tan malvadas

ni a tu guiño lisonjero.

Escalera traicionera

no me quitas el sueño.

No deseo ser tu dueño

ni ser tu amante viajero.

No te inclines ante mí,

escalera traicionera,

que antes del adiós

sólo me falta decir

que este amor

tan cargado de dolor

ni lo quiero yo

ni hay quien lo quiera.


viernes, 29 de agosto de 2008

BUENA SUERTE EN CHILOÉ

Lo que voy a contar no tiene que ver tanto con los detalles concretos de mi viaje a Chile como con el sentido del Viajar, con mayúsculas. Tiene que ver con la lección que he extraído de esta increíble experiencia de viajar fluido, dejando que la suerte me susurre el rumbo; tiene que ver con la capacidad que tenemos todos de escucharlo y de trazarnos un camino de buena suerte. La combinación de suerte y de buena suerte son, en definitiva, el azar y lo que decidimos o elegimos, que en todo momento perfila nuestra vida (podéis leer el libro "la buena suerte", de Trías de Bes).

Acabo de regresar de Chile. Viajé en julio para impartir mi curso de doctorado "las marcas en sociedad", en una importante universidad de Santiago y para recorrer después este impresionante país durante agosto. Los alumnos del curso, profesionales y docentes de diferentes países con ganas de investigar y de ser doctores; las clases especialmente productivas. En mi primera semana coincidí con Inma, profesora de universidad, quien también impartío un curso. Creo que a Inma le hubiera gustado conocer Chiloé pero su apretada agenda no se lo permitió. José Pedro, responsable del doctorado y amigo, me trató exquisitamente en Santiago. Con Paty, su pareja, salíamos a cenar a restaurantes de buena comida chilena y a beber un buen Carmenère.

La capital, Puerto Montt, región de los lagos y sobre todo el archipiélago de Chiloé (lugar de gaviotas) han sido mis otros lugares en éste mi primer viaje a Chile.

Acostumbrado a moverme en aviones, trenes y coche, me he reencontrado con buses, micros y colectivos (taxis compartidos), mucho más ágiles y terrenales. Acostumbrado a alojarme en hoteles, he dormido en cabañas, pensiones y hostales a pie de calle, bien cerca de la gente. Apenas planifiqué mi ruta o, mejor dicho, planifiqué que sería el azar quien en esta ocasión trazaría mi rumbo.

Acepté la primera invitación que amablemente me hizo la primera persona que el destino puso en mi camino, en el asiento de al lado, en el avión en el que crucé el Atlántico. Él, capitán de la armada chilena, tras una larga conversación y después de entablar amistad, me comentó la posibilidad de alojarme en unas cabañas en Puerto Montt, si yo decidía ir al sur, al lugar de los huilliches (gente del sur, en el idioma mapudungun). En absoluto descarté su invitación porque supe que era sincera...y además, era el primer ofrecimiento que el destino me hacía.

Una semana más tarde fluía hacia el sur y recorría los más de mil kilómetros que separan Santiago de "la ciudad del salmón". Sólo tenía que recordar su número de teléfono y un nombre, Chinquihue, lugar donde la armada chilena tiene un muelle naval en el que atracan corbetas y patrulleras. Allá me alojé durante una semana.

¡Yo que vine a Chile como profesor, acabé una semana más tarde en una cabaña en un muelle naval de la armada chilena! ¡cosas de la suerte…y de la buena suerte!

Conocí Frutillar, Puerto Varas y el lago Llanquihue, un espectacular lugar que a mediados del siglo XIX fue repoblado por cerca de doscientas familias de origen alemán. Raúl, un alumno de mi doctorado en Santiago y su amable familia, que viven en Puerto Montt, me acompañaron. Conocí los Saltos del Petrohue, la laguna verde y el volcán Osorno, una zona cerca de la cordillera andina y a pocas horas de la argentina Bariloche.

Días después decidí cruzar el canal de Chacao en un transbordador y recorrer la isla grande de Chiloé. En coche y durante varios días estuve en Ancud, Cucao, Chonchi, Queilen, Quellón, Castro, Dalcahue, Curaco de Vélez, Achao...

En el balanceo de un columpio de Achao que mira al mar conocí a Iria, una encantadora española de ojos azules, con la que estuve toda una tarde charlando en un bar de la costanera y a la que acompañé en mi coche hasta Ancud. Me sugirió el hostal San Sebastián, donde ella y su "pololo" llevaban alojados cerca de una semana.

Y me sumé sin pensarlo...La señora Mari, quien regenta el hostal con un trato familiar, nos preparaba las comidas, charlaba con nosotros y nos aconsejaba qué visitar. Tal fue su poder de convicción que cambié de planes: retrasase una semana mi regreso a Santiago. La idea era seguir alojado en el San Sebastián y desde Ancud seguir disfrutando de Chiloé. Antes volví a las cabañas de la marina, en Puerto Montt, a saldar mi deuda, a recoger mi equipaje y a despedirme personalmente del capitán de la armada chilena.

Aunque una mirada curiosa y una decidida pregunta cambiarían no mi rumbo pero sí mi plan. Cuando abandonaba mi cabaña detuve la vista hacia aquellos buques militares que todas las mañanas oía zarpar bien temprano y me pregunté si acaso no habría sido posible subirme a bordo de uno de ellos y recorrer el litoral. Me pregunté ¿por qué no?…y pregunté a un militar y él me habló del Cirujano Videla, el barco de la armada chilena que recorre las islas del archipiélago de Chiloé con un equipo médico a bordo y que va atendiendo a niños y ancianos. El 74, el Videla, navega entre canales rumbo a islotes aislados, donde casi nadie llega. Una utópica idea que gracias a un ¿por qué no? cobró vida en un instante; dicho y hecho, en unos cuantos minutos tenía todo preparado para embarcar.

¡Yo que vine a Chile como profesor y que una semana más tarde me alojaba en una cabaña en un muelle naval de la armada chilena, iba a navegar en un buque militar por los caneles chilotes! ¡cosas de la suerte…y de la buena suerte!

Me hice con equipaje para la ocasión, que incluía caramelos para los niños, y me embarqué por la noche con el resto del equipo. Navegamos unas diez horas hasta llegar al corazón de los canales del archipiélago de Chiloé.

Me faltan palabras para contar esta experiencia por el sur. Me faltan palabras para expresar cuánto me llevo de esta aventura tan marcada por el mar. Chiloé es sur y el sur es mar.

Durante una semana he aprendido cómo la vocación de servir y de ayudar a los más vulnerables es el verdadero motor del Videla. He visto cómo trabajan en equipo, militares y médicos, con la misma misión.  He escuchado cómo se volcaron para socorrer a las gentes de Chaitén cuando hace unos meses su volcán despertó con furia y convirtió la vida tranquila del pueblo en un infierno. He aprendido a convivir y a ser uno más en un espacio tan peculiar como un buque de la armada. He hablado con soltura de nudos y millas: todo un éxito.

He tenido la oportunidad de conocer el paisaje y el paisanaje chilotes. He convivido con la "gente de la tierra", que es la traducción literal de mapuche, el indígena del sur de Chile. He conocido algunas de sus ancestrales costumbres y ritos. 

He tenido el privilegio de pisar islas recónditas del sur austral de belleza inigualable, donde me he mezclado con gentes humildes y repletas de bondad e inocencia que viven de los frutos de su trabajo, de la tierra, de los bosques y maderas y sobre todo del mar. He comprobado que su modo de vida, sencillo y simple, es motivo de envidia hoy día en la "desarrollada" sociedad occidental: una casita de madera junto al mar entre frondosos árboles, animales domésticos y de granja, un pequeño huerto y fuertes lazos familiares en torno al calor del fuego... Y todo ello sin prisas, con un tempo bien sano en el vivir. Hablar de "ritmo" de vida sería un atrevimiento. Todavía permanecen ajenos al estrés y, por supuesto, al consumismo.

La magia y la atracción de Chiloé residen en que allá se tambalea nuestra concepción del espacio y del tiempo y en que siempre estamos cerca, muy cerca, de los cuatro elementos: aire, tierra, fuego y, sobre todo, agua...Quizás demasiada agua en forma de lluvia para alguien que viene del mediterráneo!

He conocido a Brando, un niño increíblemente inteligente, astuto y vivaracho de Alqui, en la isla de Tranqui. Brando es el símbolo del porvenir, de la ilusión y de la esperanza de aquellas aisladas islas (me confesó que de mayor quería ser "piloto de auto-carreras")

Mantuve amistosas charlas con el comandante Zúñiga, quien había estado alrededor de cuatro años en España inspeccionando la construcción de submarinos y que guardaba buenos recuerdos de España y del litoral mediterráneo.

Y sobre todo hice una muy buena amistad con el equipo médico: la Luisa (dentista), la Lya (matrona), la Ceci y la Teté (enfermeras), la Daniela (médico) y el Feña, mi amigo radiólogo. Reímos y charlamos varias noches en torno a un buen vino chileno.

Se me despidió del buque casi con “honores”. El comandante, Juan Pablo Zúñiga, después de un cálido almuerzo con el equipo de oficiales, me regaló una carta de navegación con las 337 millas recorridas. La cámara de sargentos me entregó una rabisa, que es un cordel hecho a mano que se cuelga al cuello con el silbato marinero, con un alto valor simbólico.

Después estuve tres días con Feña y su familia en Dalcahue quienes, además de regalarme su hospitalidad, varias botellas de licor artesano y unos calcetines de lana chilota, me sorprendieron con un curanto, la comida más popular de Chiloé. El curanto es casi un acto social donde se comparten los mejores frutos de la tierra chilota, es una elaborada combinación de milcaos y chapaleles (papas ralladas con chicharrones), mariscos y carnes que se cocinan con vino al vapor en un agujero en la tierra o en una olla. "No me siento extranjero en ningún lugar...donde haya lumbre y vino tengo mi hogar", canta Serrat.

Cuando revivo lo vivido en Chiloé descubro que ha sido el viajar fluido, el moverme muy ligero de equipaje, literal y metafóricamente, lo que me ha permitido vivir esta mágica aventura. La verdad es que tengo la sensación de haber nacido y renacido en Chiloé...

Vine a Chile para viajar a la aventura...y al lugar de la aventura viajé, sin rumbos ni destinos, porque como dice un proverbio japonés, "es mejor viajar lleno de esperanzas que llegar".

Vine a Chile a ser viajero y a implicarme sin prejuicios y no a ser turista. De hecho no me suelen interesar demasiado los "lugares turísticos".

Vine a enseñar y me he ido aprendiendo.

Vine a descubrir que caminar solo te ayuda a viajar contigo porque caminas hacia tu interior, porque escuchas a tu voz interior y porque te abres a la gente. Bien es cierto que la inmensa amabilidad y hospitalidad de los chilenos lo pone todo más fácil; nunca me he sentido tan cerca de lo mío estando tan lejos.

Vine a descubrir que viajar acompañado de uno mismo no es un viaje en soledad: todos deberíamos hacer al menos un viaje en la vida en solitario porque viajar solo curte el espíritu.

Vine a descubrir que fluir es una manera de llegar a la gente, de abrirte y de compartir.

En Chiloé he descubierto que viajar al azar es avivar la confianza en tu intuición y en tu corazón para que se conviertan en los timoneles de tus vivencias.

He descubierto en Chiloé que la buena suerte tiene mucho que ver con la decisión de seguir o de no seguir la estela de aquello que la vida nos ofrece en bandeja. La decisión de abrirte al mundo y de recibir las señales que se nos emiten es una actitud personal, es una elección que depende de uno mismo. 

Doy gracias a la vida por colocar en mi camino señales positivas y gente con buena onda. A la buena suerte debo mi determinación por seguir la hoja de ruta que el generoso destino me suele dibujar y que en esta ocasión ha hecho que que embarque en esta increíble aventura y surcar los canales de Chiloé en el caleuche Videla.



 

 

 












miércoles, 20 de agosto de 2008

Almas en Sevilla

Con el recogimiento del alma entre plegarias y sacrificios, el cuerpo deambula en solitario entre Los Negritos y la Fábrica de Tabacos de Sevilla. Cuerpo sin alma y sombra sin cuerpo, esto es Sevilla en Jueves Santo. También, infinita imaginería religiosa por todos los rincones y un silencio sepulcral como homenaje de los mortales, sólo quebrado por los redobles de tambores y el chillido de las cornetas. En Semana Santa, Sevilla se perfuma de incienso y jazmín y se viste de oro y negro, como señal de un distinguido y señorial duelo por la pasión y muerte de Cristo.












martes, 19 de agosto de 2008

ROMA

La estampa recoge el santo momento de trance espiritual entre mi amigo Javi y Sor Antonietta, una monja marianista camino a Roma.


jueves, 14 de agosto de 2008

Mi viaje a la isla de la Conciencia


Hace tiempo que me dedico a volcar en forma de campañas publicitarias mi visión del mundo. Viajo con publicidad imaginaria por escenarios irreales pero verosímiles. Quiero viajar a la isla de la Conciencia, con bofetadas de cruda realidad o con sutiles voces de optimismo.

La publicidad es persuasión y también disuasión, capaz de mover montañas y de movilizar a las gentes; ejemplos, mil. Viajo por el maravilloso mundo de la publicidad que puede hacer pensar, reir, soñar y sobre todo cambiar.

¿Qué es la publicidad sino un viaje maravillosamente creativo hacia la isla de la conciencia humana?











Algunas son creadas por mí; otras pertenecen a las mentes más creativas del planeta publicitario.