jueves, 11 de septiembre de 2008

Vivo

Vivo para contar

que un día viví para contar

que vivo una vida de cuento.

 

Vivo para decir

que donde dije digo,

digo que un día viví para decir

que sigo vivo,

y no para decir Diego.

 

Vivo para sentir

que un día sentí dejar de sentir

y que sentí cuánto lo hubiera sentido

si dejo de sentir.

 

Vivo para soñar

que un día en sueños soñé

y que es el vivir

y no el morir

lo que me quita el sueño.

 

Vivo estoy para vivir

la vida que vivo,

contando y diciendo,

sintiendo y soñando,

sin dejar de vivir

la vida que vivo.

miércoles, 10 de septiembre de 2008

martes, 9 de septiembre de 2008

lunes, 8 de septiembre de 2008

Eterna pandilla

 
A las puertas del Museo Picasso en Barcelona, el gentío va y viene sin parar. El trasiego de vida es incesante en el carrer Montcada y el arte del genio malagueño se escapa por el empedrado del Palacio Aguilar. Gótico y Picasso se miran, se dan la mano y crean una atmósfera de sensaciones únicas que embriagan a cualquiera. Y entonces todo fluye mejor y se nos descubren postales eternas, imágenes universales, sin época ni lugar concretos. La clave: dejar que sea nuestra mente la que observe, nuestro corazón el que mire y nuestro ojos los que vean. 
Eterna postal la de una pandilla donde la amistad pervive en nosotros aunque el grupo algún día se disuelva. Quizás ya no caminen a nuestro lado aquellos amigos de nuestro primer clan, pero lo que seguro que sí nos acompañará siempre es el recuerdo y lo que representó: dentro de nosotros viaja siempre el pandillero que un día fuimos. Porque, para bien o para mal, lo que hoy somos, algo debe a quienes fuimos en ese grupo. En pandilla buscamos o encontramos por vez primera nuestro pequeño gran hueco en la vida, más allá del que heredamos. Y porque fue en pandilla donde empezamos a escribir con mayúsculas las grandes palabras de la vida (Amistad, Sueños, Compromiso, Lealtad, Amor, Nobleza, Alegría, Ilusiones...y quizás también sus contrarias). Palabras que desde aquel entonces viajan con nosotros sea cual sea nuestro próximo destino.



domingo, 7 de septiembre de 2008

Espíritu bohemio en el Callejón de los Orfebres


Dentro del Castillo de Praga hay unas humildes casas de colores donde en sus orígenes vivía la guardia militar. En el siglo XVI fue el lugar de los orfebres, artistas dedicados día y noche a embellecer el mundo de la realeza. También se convirtió en el XIX en lugar de escritores: en el número 22 del Callejón de los Orfebres vivió Kafka. El espíritu bohemio sigue vivo...quizás se trate de un gentil orfebre de aquella época, quien por un instante ha aparcado su buril y su cincel para viajar en el tiempo y despedirnos con su tímida mirada, al abrigo de adornos de la Praga de hoy.





miércoles, 3 de septiembre de 2008

ODA A UNA ESCALERA ENAMORADA

Si me querías acariciar

y verme a tus pies rendido,

si mi amor tanto deseabas,

nada te lo habría impedido.

Sólo un susurro bastaba,

sólo un beso cautivo.

Mi vida te habría dado,

bien lo sabes escalera.

Me habría quedado contigo

si tu escalón me lo pidiera.

Si de tu amor yo hubiera sabido,

tus peldaños serían los míos

y habríamos escalado

hasta la estrella más viajera.

Enamorada tuviste que estar

de mi subir y bajar tranquilos,

acostumbrada como estás

a golpes de mar y de marinos.

Me retiraste tu saludo,

me engañaste y besé el suelo.

Postrado quedé ante ti

y de tu amado viste el duelo.

Quisiste robar mi figura

y también mi silencio entero.

Anhelaste todo de mí

y por ti casi me muero.

Más no puedo rendirme yo

a este amor tan bucanero,

a tus artes tan malvadas

ni a tu guiño lisonjero.

Escalera traicionera

no me quitas el sueño.

No deseo ser tu dueño

ni ser tu amante viajero.

No te inclines ante mí,

escalera traicionera,

que antes del adiós

sólo me falta decir

que este amor

tan cargado de dolor

ni lo quiero yo

ni hay quien lo quiera.