sábado, 2 de enero de 2010

Gracias

Nunca olvidaré a aquella mujer chilena de muy tímida mirada, regalándome una sonrisa por haberle cedido el asiento en el bus que nos transportaba durante cerca de tres horas desde Puerto Montt a Ancud, en la isla de Chiloé. A la isla de las gaviotas llegamos en un transbordador que atraviesa el canal de Chacao con el bus en sus lomos. En aquel viaje, quienes no tenían reservado su asiento, como era el caso de esta madre chilota y su rolliza bebita, ocupaban de pie y como buenamente podían el pasillo central del bus. No es nada fácil mantener el equilibrio a 100 kilómetros por hora, con una bebé tan hermosa entre las manos, por mucha costumbre que se tenga. Me sorprendió que nadie se inmutara al verles instalarse resignadas en el pasillo y que nadie mostrara la más mínima intención de ceder “su asiento” (aprendí que el civismo no es un principio universal). Me levanté con coraje y le hice una señal para que se acercara y ocupara mi plaza. Sé que aquella madre quiso agradecer mi gesto y posar orgullosa con su linda chilotita y regalarme esta imagen. Recuerdo su esfuerzo para no esquivar el ojo metálico de mi cámara y recuerdo cómo su sensación de indefensión e inquietud dio paso en un instante a una de las miradas más sencillas y transparentes que jamás haya visto. Hice la fotografía, apoyó su cabeza en el cristal de la ventanilla, clavó su mirada en el paisaje y mantuvo su semblante sereno y alegre todo el viaje.

Volver

Hace algún tiempo que me fui de este blog porque el espíritu viajero que lo inspiró cambió la mochila por la maleta y se fue una temporada de vacaciones. Empecé ilusionado con este espacio, contando experiencias, sensaciones y sentimientos. Puse en común mi visión y mirada, en forma de imágenes y de letras. Y permanecí en silencio cuando creí no tener demasiadas cosas que airear. No lo cerré porque olvidé mi contraseña y lo visitaba como un extraño. Ahora que empieza el 2010 he vuelto y ojalá sea para quedarme.